Mientras el progreso tecnológico como totalidad continuamente estrecha nuestra esfera de libertad, cada nuevo avance técnico considerado en sí mismo parece deseable. Electricidad, fontanería interior, comunicaciones rápidas de larga distancia... ¿cómo alguien podría argumentar contra cualquiera de estas cosas, o contra cualquier otro de los innumerables avances técnicos que ha hecho la sociedad moderna? Hubiera sido absurdo resistir la introducción del teléfono, por ejemplo. Ofrece muchas ventajas y ninguna desventaja. Sin embargo todos estos avances técnicos tomados juntos han creado un mundo en el cual la suerte del hombre medio ya no está en sus propias manos o en la de sus vecinos y amigos, sino en la de los políticos, ejecutivos de corporaciones y remotos, anónimos técnicos y burócratas en los que como individuo no tiene poder para influir. Puesto que alguna gente puede encontrar paradójica la noción de que un gran número de cosas buenas se pueden sumar para dar una mala. El sistema hace la vida de una persona mucho más fácil de innumerables formas, pero haciéndolo priva a esta del control sobre su propia suerte. El mismo proceso continuará en el futuro. La ingeniería genética, por ejemplo. Poca gente se resistirá a la introducción de una técnica genética que elimine las enfermedades hereditarias. Aparentemente no daña y previene mucho sufrimiento. Así, un gran número de mejoras genéticas tomadas juntas hará de los seres humanos un producto de ingeniería antes que una libre creación del azar.
Otra razón de porque la tecnología es una fuerza social poderosa es que, en el contexto de una sociedad dada, el progreso tecnológico camina en una sola dirección; nunca puede dar marcha atrás. Cuando se ha introducido una innovación técnica, la gente normalmente se vuelve dependiente de ella, a no ser que sea reemplazada por alguna innovación aún más avanzada. La gente no sólo se vuelve dependiente como individualidades de un nuevo producto tecnológico, sino, incluso en mayor grado, el sistema como conjunto se vuelve dependiente de él. (Imagina que le pasaría al sistema actual si los ordenadores, por ejemplo, fueran eliminados). Así el sistema se puede mover en una sola dirección, detrás de una mayor tecnologización. La tecnología fuerza repetidamente a la libertad a dar un paso atrás, pero la tecnología nunca puede dar un paso atrás ya que cae todo el sistema tecnológico.
La tecnología avanza con gran rapidez y amenaza la libertad en muchos puntos al mismo tiempo (hacinamiento, normas y regulaciones, incrementa la dependencia de las personas en grandes organizaciones, propaganda y otras técnicas psicológicas, ingeniería genética, invasión de la intimidad por medio de dispositivos de vigilancia y ordenadores, etc.) Aquéllos que quieren proteger la libertad están abrumados por el claro número de nuevos ataques y la rapidez con la que se desarrollan, en consecuencia, se vuelven apáticos y no resisten por más tiempo. El luchar contra cada una de las amenazas por separado sería inútil. Se puede esperar el éxito sólo luchando contra el sistema tecnológico como conjunto; pero esto es revolucionario, no reformista.
Los técnicos (usamos este término para describir a todos aquellos que realizan una tarea especializada que requiere entrenamiento) tienden a estar tan comprometidos con su trabajo (su actividad sustitutoria) que cuando surge un conflicto entre éste y la libertad, casi siempre deciden en favor de su trabajo técnico. Esto es obvio en el caso de los científicos, pero también aparece en otras partes: educadores, grupos humanitarios, organizaciones de conservación, no vacilan en usar propaganda u otras técnicas psicológicas para ayudarse a conseguir sus loables finalidades. Las corporaciones y las agencias gubernamentales, cuando lo encuentran provechoso, no vacilan en reunir información sobre personas, sin respetar su intimidad. Las agencias de ejecución de las leyes están frecuentemente en dificultades con los derechos constitucionales de los sospechosos y frecuentemente de personas completamente inocentes, y hacen lo que legalmente puedan (o algunas veces ilegalmente) para restringir o burlar esos derechos. Muchos de estos educadores, funcionarios gubernamentales y oficiales de leyes creen en la libertad, en la intimidad y en los derechos constitucionales, pero cuando estos entran en conflicto con su trabajo, normalmente sienten que su trabajo es más importante.
Es bien sabido que generalmente la gente trabaja mejor y más persistentemente cuando lucha por un premio que cuando intenta evitar un castigo o un resultado negativo. Los científicos y otros técnicos están motivados principalmente por los premios que consiguen a través de su trabajo. Pero aquellos que se oponen a la invasión técnica de la libertad están trabajando para evitar un resultado negativo, consecuentemente son unos pocos los que trabajan persistentemente y bien en esta tarea desalentadora. Si alguna vez los reformistas realizan una victoria notable que parece levantar una barrera sólida contra futuras erosiones de la libertad a través del progreso técnico, muchos tenderán a relajarse y desviar su atención a empeños más agradables. Pero los científicos permanecerán atareados en sus laboratorios y la tecnología, como progresa, encontrará caminos, a pesar de cualquier barrera, para ejercer más y más control sobre las personas y hacerlas más dependientes del sistema.
Ningún acuerdo social, sean leyes, instituciones, costumbres o códigos éticos, puede proporcionar una protección permanente contra la tecnología. La historia enseña que todos los acuerdos sociales son transitorios; todos cambian o fracasan a la larga. Pero los avances tecnológicos son permanentes dentro del contexto de una civilización dada. Supongamos por ejemplo que si fuera posible llegar a algún acuerdo social que previniera que la ingeniería genética fuera aplicada a seres humanos, o prevenirlo de tal manera como para no amenazar la libertad y la dignidad. No obstante, la tecnología permanecerá esperando. Antes o después el acuerdo social fracasará. Probablemente antes, dando paso a la oportunidad en nuestra sociedad. Entonces la ingeniería genética empezará a invadir nuestra esfera de libertad, y esta invasión será irreversible (estando lejos de un fracaso de la civilización tecnológica en sí). Cualquier ilusión a cerca de conseguir algo permanente a través de acuerdos sociales debería disiparse por lo que actualmente está pasando con la legislación ambiental. Hace unos pocos años parecía que había barreras legales seguras previniendo al menos ALGUNOS de las peores formas de degradación ambiental. Un cambio en el viento político y esas barreras empiezan a derrumbarse.
Por todas las razones anteriores, la tecnología es una fuerza social más poderosa que la aspiración de libertad, pero esta declaración requiere una importante calificación. Parece que durante las próximas décadas el sistema tecnológico-industrial experimentará una severa cuota de tensión en problemas económicos y ambientales y, especialmente, en problemas de comportamiento humano (alienación, rebelión, hostilidad, una variedad de dificultades sociales y psicológicas). Esperamos que la tensión que el sistema probablemente atravesará le causará un colapso, o al menos lo debilitará lo suficiente como para que ocurra una revolución y tenga éxito. Entonces, en ese momento particular, la aspiración por la libertad se habrá mostrado más poderosa que la tecnología. Si alguien aún imagina que sería posible reformar el sistema de tal manera como para proteger la libertad de la tecnología. Entre otras cosas, el sistema ha fallado en parar la degradación ambiental, la corrupción política, el tráfico de drogas o el abuso doméstico.
Tomemos nuestros problemas ambientales, por ejemplo. Aquí el conflicto de valores es completo: Los intentos de resolver el problema ambiental consisten en luchas y compromisos entre diferentes facciones, alguna de las cuales ascienden en un momento, otras en otro momento. La línea de lucha cambia con la corriente actual de movimiento de la opinión del público. Éste no es un proceso racional, ni tampoco es apto para conducir a una solución conveniente y próspera al problema. Los principales problemas sociales, si alguna vez son «resueltos», raramente o nunca lo son a través de un plan racional y comprensible. Simplemente se resuelven por sí mismos a través de un proceso en el que varios grupos competidores persiguiendo sus propios intereses llegan (principalmente debido a la suerte).
Así queda claro que la raza humana tiene en el mejor de los casos una capacidad muy limitada para resolver incluso problemas sociales relativamente globales. ¿Entonces cómo va ha resolver el problema mucho más difícil y sutil de reconciliar libertad y tecnología? La tecnología presenta avances materiales bien delimitados, mientras que la libertad es una abstracción que significa cosas diferentes para gente diferente, y su pérdida es fácilmente confundida por la propaganda y la charla imaginativa.
Y nótese esta importante diferencia: es concebible que nuestros problemas ambientales (por ejemplo) puedan algún día estabilizarse a través de un plan comprensivo y racional, pero si esto pasa será porque está en el interés de un periodo largo del sistema el resolver estos problemas. Pero NO le interesa el preservar la libertad o la autonomía de pequeños grupos. Por el contrario, le importa tener bajo control el comportamiento humano en la extensión más amplia posible. Una nota: al sistema le corresponde permitir en algunas competencias un cierto grado de libertad prescrito. Por ejemplo, la libertad económica (con convenientes limitaciones y prohibiciones) se ha demostrado efectiva en la promoción del crecimiento económico. Pero sólo la libertad planeada, circunscrita y limitada interesa al sistema. La persona tiene que ser mantenida con una correa, incluso si la correa es algunas veces larga. Así, mientras consideraciones prácticas pueden forzarle a la larga a tomar una aproximación racional y prudente ante los problemas ambientales, iguales consideraciones prácticas le forzarán a regular el comportamiento humano cada vez más de cerca (probablemente por medio de medios indirectos que disfrazarán el avance sobre la libertad). Esto no es simplemente nuestra opinión. Eminentes científicos sociales (por ejemplo James Q. Wilson) han enfatizado la importancia de «socializar» a la gente con más efectividad.